Cuando estaba en la carrera envidiaba a mi amiga que vivía de pizza, “chicken bake”, dogos y frapuchinos; y siempre estaba delgada. Flaquísima, diría yo. Por ese entonces, yo ya me cuidaba porque engordaba apenas de pensar en ese delicioso pastel y me parecía una injusticia de la vida, debo admitir.
10 años y 20 kg (suyos) después nos volvimos a ver. No fue sólo el peso, sino el insomnio, ovario poliquístico, hipotiroidismo y un par de cositas más que demostraron que, por muy delgada que fuera, había estado sembrando lo que después cosecharía.
¿Sabías que se puede ser delgada/o y metabólicamente obesa/o?
La cosa es que puedes parecer delgada/o, estar en tu peso “ideal”, tener un índice de masa corporal “normal” y ser metabólicamente obesa/o. Esto es muy importante, pues podrías estar cursando con hígado graso, intolerancia a la glucosa, resistencia a la insulina, problemas vasculares, triglicéridos elevados y trastornos hormonales.
Todos estos son factores predisponentes para diabetes, enfermedad hepática no alcohólica, problemas tiroideos, infertilidad, enfermedad cardiaca isquémica prematura, síndrome metabólico, cáncer, demencia senil y otras (incluyendo infección y agravación por SARS-CoV-2).
¿Puedes ser tú? Vale la pena darte una checada si te identificas con 2 o más de los siguientes:
-Llevas una vida sedentaria.
-Te ves delgada/o pero tienes bastante pancita (obesidad central).
-Estás bajo constante estrés (infecciones recurrentes, estrés emocional, laboral).
-Te sientes fatigada/o.
-Te desvelas con frecuencia.
-Tu dieta es alta en grasas y carbohidratos.
-Consumes aceites vegetales inflamatorios con frecuencia.
-Consumes alcohol de manera habitual.
-Te fatigas ante el mínimo esfuerzo físico.
-Tienes ovario poliquístico o problemas menstruales.
-Tu desempeño sexual no es el mismo de antes.